Viento fresco

Vuelve el sombrero

Está uno hasta el gorro y no se había dado cuenta de que están de moda otra vez

Está uno hasta el gorro y no se había dado cuenta de que están de moda otra vez.

Está uno hasta el gorro y no se había dado cuenta de que están de moda otra vez. / L. O.

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Vuelven los sombreros. O a lo mejor habían vuelto hace una eternidad y yo me he dado cuenta ahora. No se puede estar en todo. Sobre todo, si te tienen hasta el gorro. Me fijo en gente que pareciera haber nacido con el sombrero. Éste constituye una especie de apéndice soldado a la cabeza. Otros en cambio lo lucen torcido, como a punto de caerse. El sombrero puede disimular una calvicie, proteger del sol o la lluvia o ser un mero complemento estético que dé prestancia. O te haga cabezón. El otro día seguí a un señor muy elegante con sombrero, incluso con sombrero muy elegante, solo por ver si se encontraba a alguien y saludaba ceremonioso con una mini reverencia y quitándose el sombrero. El puro placer de ver algo demodé. Pero el hombre debía ser forastero o turista: no saludaba a nadie. Lo seguí por todo mi barrio, llegamos al centro, se sentó en una cafetería, lo aguardé yo en otra enfrente y reanudó su marcha. Caminé tras él de nuevo, llegamos a otro barrio pero después de unas horas me di por vencido. Me pregunté si dormiría con el sombrero. Incluso me pregunté si nada más darme la vuelta se habría encontrado, al fin, con alguien. «Me quito el sombrero», se decía antes como dando a entender admiración ante algo. Valle Inclán, a través de Don Latino, en Luces de Bohemia, mejoró la frase diciendo «me quito el cráneo», frase que le pega más a Gómez de la Serna, que sin embargo no pareciera por las imágenes que he visto de él que llevara sombrero. La pamela es la prima francesa del sombrero y solo viene cuando hay una boda. Pero la boina es la prima rústica del sombrero y a veces se ven en el pueblo. Sobre todo cuando hace frío: la boina abriga. Pero sufre algo de esquizofrenia porque unos la acentúan oralmente en la i y otros en la o. Y no es lo mismo, no se siente ella igual. El pasamontañas tiene mala prensa, va con frecuencia a la cárcel o participa en atentados. A veces incluso alguien lo usa para pasar una montaña, que no sé si es lo mismo que escalarla. El sombrero cordobés está todo el día de parranda y cuando lo llevamos a una feria no hay quien lo acueste, sobre todo si ve un gorrito femenino francés. El tricornio está ya jubilado y ha mejorado mucho su carácter. Antes ponía multas, sobre todo a los cascos de moto. Se ha hecho amigo de una visera de plato que lo lleva a restaurantes. Pero nunca come de gorra. A la sobremesa se une el sombrero de copa. Con los gorros de lana no me entiendo: mezclan churras con merinas. Hay algo cómico en los gorros rusos, que parecen atornillados a la cabeza. Los gorritos de bebé huelen a papilla y futuro. Y a veces, en la lavadora, juegan con un calcetín.