Tribuna

Hacer del agua un recurso infinito

A lo largo de toda nuestra historia hemos sufrido las consecuencias de la falta de agua

El pantano de La Viñuela

El pantano de La Viñuela / Álex Zea

Francisco Lombardo

Las imágenes de campos baldíos, embalses bajo mínimos o bosques a punto de agonizar forman parte de nuestra memoria colectiva. A lo largo de toda nuestra historia hemos sufrido las consecuencias de la falta de agua: el primer gran registro en lo relativo a la escasez de este recurso data de mediados de 1700, cuando el río Tormes llegó a secarse y afectó a la mitad septentrional del país. A esta gran sequía la siguieron muchas otras, algunas muy destacadas en los años cuarenta y noventa del siglo XX, hasta llegar a la que actualmente asola Cataluña y Andalucía.

Las sequías no son un fenómeno aislado y las experiencias pasadas nos deberían ayudar a centrar esfuerzos en paliar estas situaciones de emergencia, aplicando todo el conocimiento con el que contamos y de la mano de las nuevas reformulaciones del uso del agua, como son la reutilización o la desalación. Estos procesos, junto al esfuerzo en materia de inversión en infraestructuras, marcan el camino.

Un laboratorio adaptado al presente

Por sus características geográficas, España ha sido pionera mundial en la búsqueda de fuentes alternativas de agua. La primera desaladora de Europa se construyó en 1964 en Lanzarote. La escasez de lluvias, unida a la ausencia de aguas superficiales aprovechables, hicieron que el archipiélago se convirtiera en un gran laboratorio, que hoy, cincuenta años después, permite a la industria y a la ciudadanía superar uno de los grandes retos del presente. Tal es así que las islas, con más de 200 desaladoras activas, se han convertido en el lugar del mundo con mayor desalación por kilómetro cuadrado.

Uno de los grandes inconvenientes de la desalinización es su alto consumo de energía, que incrementa el coste del agua. Según recientes estudios del CEDEX, el coste del agua regenerada para uso agrícola es del orden de 0,38 €/m3, frente a los 0,73 €/m3 del agua desalada. Por ello, uno de sus grandes retos es conseguir avances técnicos que disminuyan el consumo de energía, de modo que se mejore su sostenibilidad y asequibilidad.

Estado del embalse del Guadalteba, en febrero de 2024.

Estado del embalse del Guadalteba, en febrero de 2024. / Álex Zea

Un embalse virtual de 4.000 hm³

España ha hecho de la necesidad virtud en lo que a regeneración y reutilización se refiere. Somos el país que más agua reutiliza en Europa y el quinto del mundo, con una ratio de reciclaje de entre el 7 y el 13%, lo que supone un ahorro de 500 hm3 de agua al año. Si tenemos en cuenta que casi el 15% de nuestro consumo total de agua se destina al abastecimiento urbano y que contamos con 2.232 Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales (EDAR), que tratan más de 4.000 hm³ de agua - unos 245 litros de por habitante y día -, tenemos una suerte de ‘embalse virtual’ que aumentaría de manera notable la disponibilidad de agua. Estamos lejos aún de regenerar esos 4.000 hm3, ya que solo el 27% de nuestras EDAR realiza tratamientos terciarios aptos para la reutilización, pero el camino ha comenzado a recorrerse.

Los últimos estudios y experiencias demuestran que el desarrollo tecnológico actual permite adecuar el agua reutilizada a todos los usos, incluyendo el suministro de agua potable. En España, el agua regenerada se emplea actualmente para otros procesos que requieren una calidad menor y que permiten liberar agua de primer uso para el consumo humano, pero ya disponemos de la tecnología que permite regenerar agua de calidad suficiente para beber.

Desde el punto de vista normativo, la Directiva europea de reutilización, que entró en vigor el pasado junio, ve en las aguas residuales tratadas procedentes de depuradoras una alternativa fiable de suministro de agua para fines diversos y pretende duplicar la reutilización. Esta medida evitaría más de un 5% de la captación directa procedente de masas de agua y aguas subterráneas, lo que consiguientemente daría lugar a una reducción de más del 5% del estrés hídrico global de la UE. Si, además, vencemos las brechas psicológicas sensibilizando y concienciando a la población sobre la calidad de agua que permiten las tecnologías actuales, el potencial de estas aguas recicladas es infinito. Podríamos acercarnos a lo que ya se hace en California, Texas o Singapur, que reutilizan el agua para usos potables.

No son pocos los retos para acabar con la escasez, pero, sin duda, el agua regenerada es una herramienta estratégica que hay que priorizar para acercarnos a la consecución de los objetivos de desarrollo sostenible, mediante la reducción de la presión extractiva y las cargas contaminantes vertidas a las masas de agua.

Suscríbete para seguir leyendo