Tribuna

Ir pensando el voto europeo

Banderas de la UE en la sede de la Comisión Europea en Bruselas

Banderas de la UE en la sede de la Comisión Europea en Bruselas / ALEXEY VITVITSKY / SPUTNIK / CONTACTOPHOTO

Valentí Puig

Valentí Puig

Es una mala costumbre invocar a todas horas a las instancias europeas para que intervengan en los asuntos nacionales. También ocurre en otros países y explica en parte que en las elecciones al Parlamento Europeo tantos ciudadanos opten por la abstención o por castigar a su Gobierno. Después de las elecciones gallegas y con los escalofríos del escándalo Koldo, es probable que Pedro Sánchez sea castigado en las elecciones europeas de junio. Pero no vaya a ser que, de la noche a la mañana, España pase de ser unos de los países más europeístas a tener la tentación euroescéptica.

Hace unos días, el ex primer ministro británico, John Major, dijo que el Brexit –la salida británica de la Unión Europea- fue un «error colosal». Sabe de qué está hablando. Una de las causas de la caída de Margaret Thatcher en 1990 fue la división en el partido conservador sobre la integración europea. El euroescepticismo y la recesión económica ganaban terreno. En 1992 Major ganó las elecciones generales contra los pronósticos que le daban por perdedor. Fueron tiempos duros. Major siguió una política pragmática y flexible en Europa, hasta la victoria electoral de Tony Blair en 1997. Aquella política se fue desflecando, con giros y frenazos, hasta el referéndum del Brexit en 2016. Como se demuestra ahora, Major acertó al apostar por seguir en la comunidad europea, aunque el sector euroescéptico de su partido y el periodismo amarillo pugnasen por la convocatoria del Brexit.

De cara al voto europeo de junio, sería razonable que los electores, más que involucrar a las instituciones europeas en cada lío político de España, tengan presente que no todo son ventajas por ser miembro de la UE pero que son muchas las desventajas de no serlo. Hay tensiones entre norte y sur, este y oeste, pero es mejor estar dentro que fuera. Y es mejor ir a las urnas teniendo una idea de lo que se vota. El futuro importa a una generación que busca trabajo y ya intuye que no tendrá el bienestar de sus padres y habrá de vivir con una presión fiscal inusitada, por la crisis demográfica y la deuda pública.

Las cosas cambian. Con el Brexit, el ejército británico, su fuerza nuclear, la City y el peso demográfico del Reino Unido dejaron un vacío. La guerra en Ucrania ha sido fatídica. Es constatable que el déficit de la Unión Europea es la falta de voluntad geopolítica. Solo los ilusos no quieren recordar que a principios de siglo se aseguraba un ‘europtimismo’ dorado. No se esperaba una agresión de Putin, ni que los vikingos de Trump atacasen el Capitolio. Lo más incómodo de la política son los imprevistos. Si realmente ya estamos en un mundo posoccidental, es en la Unión Europea donde quedan mejor resguardados los intereses de España. De todos modos, conviene tener en cuenta que este siglo XXI tiene más posibilidades de ser considerado el siglo de China que el siglo de Europa. Es una razón más para votar menos ‘exit’ y más potencia.

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