Miércoles Santo

La Sangre escribe sus mejores líneas al amparo de su tradición

Los tronos de la archicofradía vuelven a dar una lección de precisión en una salida que en 1990 algunos veían imposible y que consiguen superar girando sobre sí mismo aprovechando todo lo que da de sí la plaza entre Gaona y Dos Aceras - Vuelve a dar un paso más en su camino definido hacia su depuración estética

Ignacio A. Castillo

Ignacio A. Castillo

Cuando cada Miércoles Santo se abren las puertas de San Felipe Neri, en la calle se planta la decana. No una más. Sino la hermandad más antigua de Málaga, de las de rancio abolengo, que hunde sus raíces en los albores del siglo XVI. Pero también aquella archicofradía de un pionero constructor de sí mismo, Antonio Baena, que junto a otros cofrades de los felices 20 se inventó la Agrupación que acaba de cumplir 100 años y el concepto de ‘suntuosos desfiles procesionales’ que tan en serio se toman algunas cofradías del Miércoles Santo. La Sangre, por supuesto.

La archicofradía asume con naturalidad la tradición, auténtica por inmemorial, que no todo ha de renovarse, pues sólo de lo antiguo y esencial se puede aprender de dónde procedemos y quiénes somos. Puede que lo mejor esté aún por celebrar. Por vivir. La corporación va dando pasos decididos en ese sentido, depurándose en las formas. Y escribe las mejores líneas de sus últimos tiempos.

Celebradísima la restauración de la Virgen de Consolación y Lágrimas, supuso un revulsivo estético en el que se inspiran los demás cambios. Y ahí está la primorosa forma en que enmarca su rostro. O la media luna a los pies. O las nuevas ánforas, estreno de este año. O el preciso y medido arreglo floral con rosas blancas y malvas, y algún que otro lilium stargarce, por sí queda algún nostálgico y como guiño también al pasado más reciente.

Las puertas de la casa hermandad estaban abiertas para poder desplegar los varales. El misterio de la Lanzada se podía contemplar en plenitud y recrearse en todos los detalles. En la medalla de oro de Pepe Santiago a los pies de la cruz, mucho más elevada, lo que no es baladí; en cómo la Magdalena roza con la yema de sus dedos el madero. En el sayón que trata de domar al caballo encabritado, y en cómo San Juan consuela a la Virgen del Socorro y en el poderoso puñal que atravesaba su corazón de Madre.

Sangre | Miércoles Santo 2023

Ignacio A. Castillo

Casi ya no se cabía en la curva de Dos Aceras a Álamos, porque este año la corporación, ante la prohibición expresa de pisar Fajardo, decidió prolongar su itinerario por la Puerta de San Buenaventura.

La hermana mayor, Laura Berrocal, llevaba un rato observando con cierta preocupación la llama de uno de los hachones del trono del Cristo. Demasiado cerca del penacho de plumas de Longinos que, a caballo, clava su lanza en el costado del Crucificado. Así que, como más vale prevenir, y ante el infortunio reiterativo con el fuego de los primeros días de la Semana Santa, la decisión era clara: a apagarlo. Al fin y al cabo, la acertada decisión de incorporar más puntos de luz al trono con tulipas y arbotantes, lo compensaba.

Ricardo Berrocal, que fue hermano mayor de la Sangre y responsable de la construcción de la casa hermandad en 1990, recordaba cómo un estudio realizado “con ordenador”, usando la tecnología punta de la época, advertía que los tronos no podrían salir de Dos Aceras. Es cierto que la maniobra es quizás una de las más complejas de la Semana Santa, pero los archicofrades sortean esta dificultad siempre con maestría, aprovechando todos los metros que da de sí la pequeña plaza que conforman la confluencia de Dos Aceras y Gaona. Y este Miércoles Santo no podía ser una excepción. Con órdenes precisas y cumplimiento a rajatabla de unos hombres de trono que estrenaban túnicas rojas y malvas.

A los sones primero de la agrupación musical de la Vera+Cruz de Campillos, que acompañaba al Cristo, interpretando ‘Cerca de ti’; y de la banda de música de La Paz, tras la Virgen, a los sones de ‘María Santísima de las Penas’, de Antonio Pantión, para completar el giro.

La Diputación de Burgos estuvo representada en la procesión, así como el Ayuntamiento de la ciudad castellana. De hecho, el presidente supramunicipal, César Rico, dio los primeros toques de campana. No podía faltar tampoco en la comitiva el Pendón Morado de Castilla, portado por un militar.

La fe mueve montañas. Y por la fe los cofrades son miembros de la Iglesia. Por la fe, se hacen hermanos de su cofradía. Por la fe se reúnen en torno a los sagrados titulares. Por la fe les rinden culto y es la experiencia de esa fe la que les guía y anima, y por la que cada año tras año, salen a la calle para manifestarla públicamente.

Y con fe se pone en marcha la archicofradía con ilusión renovada, consciente y responsable del tesoro que custodia, pero también de que tiene la capacidad, los conocimientos y las herramientas para mejorar lo que ya de por sí era bueno. Y está dispuesta y decidida a seguir en la senda iniciada. Y eso se nota.