Mirando atrás

La cara ‘oculta’ de la Historia de Málaga, reunida en un libro

El investigador y auxiliar de archivo de la Catedral, Alberto Palomo, publica en Almuzara ‘Eso no estaba en mi libro de Historia de Málaga’, una travesía de siglos por un mar de anécdotas y pequeñas historias, algunas de ellas desconocidas para muchos malagueños

Alberto Palomo, con su nueva obra, junto al antiguo reloj de la torre de la Catedral, presente en el libro.

Alberto Palomo, con su nueva obra, junto al antiguo reloj de la torre de la Catedral, presente en el libro. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

En su anterior libro también en la editorial Almuzara, ‘Semana Santa de Málaga’, el investigador y ayudante de archivo Alberto Jesús Palomo Cruz (Málaga, 1964), ya publicó una teoría tan curiosa como poco difundida, según la cual nuestra famosa palabra «trono» sería un préstamo del Levante español, que empezó a generalizarse en Málaga en los años 20 del siglo pasado, por su influencia artística en la Málaga cofrade de entonces. 

Como evidencian los textos de la época, «trono» convivió con «paso» desde esa década hasta los años 80, cuando se impuso la palabra teóricamente levantina.

Con el mismo espíritu, ofrecer datos y anécdotas poco conocidas, Alberto Palomo acaba de publicarEso no estaba en mi libro de Historia de Málaga’, con una portada en la que aparece un joven Bernardo de Gálvez, con una imagen del Puerto de Málaga del XIX de fondo.

Ese rostro de Bernardo de Gálvez tampoco será excesivamente reconocible para los malagueños pues como adelantó La Opinión en noviembre de 2022, forma parte de un retrato inédito, descubierto en Nueva York por un galerista norteamericano. 

«La mayoría son cosas menos conocidas, una recopilación de anécdotas y cosas curiosas, aparte de pequeños homenajes a personajes», destaca el autor. 

Entre esos homenajes se encuentra, por ejemplo, un capítulo dedicado al «alguacil del idioma», como bautizó el académico de la Lengua Joaquín Calvo Sotelo al policía municipal Antonio Canca Guerra (1926-2006), un malagueño gran defensor del idioma y enemigo de la errata. 

También aparece Miguel Pino, el padre de la famosa marioneta de Peneque el Valiente, hasta el punto de que, recuerda Alberto Palomo, Peneque cuenta con más monumentos dedicados en su honor que Pablo Picasso, Victoria Kent o Antonio Cánovas del Castillo. 

Tumba de Cánovas del Castillo en el Panteón España o de los Hombre Ilustres.

Tumba de Cánovas del Castillo en el Panteón España o de los Hombre Ilustres. / Wikipedia

De este famoso estadista el libro recuerda un episodio poco difundido: tras su asesinato en 1897, las fuerzas vivas de Málaga reclamaron que sus restos mortales reposaran en un gran mausoleo en una capilla de la Catedral. No contaron con que el propio Cánovas pidió ser enterrado en Madrid.

¿Santa Teresa malagueña?

El investigador aprovecha además para rescatar un trabajo publicado en ‘Isla de Arriarán’ por el profesor Manuel Burgos Madroñero que acumula evidencias que no descartan que Santa Teresa de Ávila en realidad hubiera nacido en el reino de Granada, con posibilidades de haberlo hecho en Málaga o en su entorno inmediato «donde es sabido que su padre, Alonso Sánchez de Cepeda, fue responsable durante la primera década del siglo XVI del cobro de las ‘tercias’ (ingresos que la corona obtenía de los fondos eclesiásticos)», puede leerse en el libro, que desgrana otras pruebas. 

Santa Teresa, de Adrián Risueño, junto a San Ciriaco y Santa Paula, de Manuel Carmona.

Talla de Santa Teresa, en el frontal del trono de la Esperanza. / Eduardo Nieto

Esta travesía por los siglos de Málaga no se olvida de los orígenes, de los fenicios y se detiene en el túnel de la Alcazaba, en cuya entrada se ha reproducido el nombre de Malaka en letras del alfabeto fenicio. El emplazamiento no es anecdótico, como recuerda la obra, pues el responsable de la construcción del túnel, el académico de la Historia Manuel Olmedo, conocía la argumentación de Manuel Rodríguez de Berlanga, según la cual, «las primeras naves fenicias que arribaron a estos lares lo debieron hacer en la zona donde hoy se encuentra el referido túnel». 

Manuel Olmedo, delante del túnel de la Alcazaba, con los caracteres fenicios.

Manuel Olmedo, delante del túnel de la Alcazaba, con los caracteres fenicios. / Alex Zea

Pero si hablamos del pasado remoto, también rescata esta obra una curiosísima anécdota sobre un fantasma que, en este mismo siglo XXI, se paseó por las dependencias de la Aduana y no se olvida tampoco de los modos de pedir café en Málaga, gracias al desaparecido Café Central. 

Al hablar de fuentes, ‘Eso no estaba en mi libro de Historia de Málaga’ bebe mucho del Archivo Diocesano, que este investigador, ligado desde hace 33 años a la Catedral, conoce al dedillo. Como explica, es un archivo al que muchas personas acuden «para hacerse el árbol genealógico pero luego hay muchas cosas curiosas». 

José Prado, fundador del Café Central, en 2004, con el famoso azulejo de los cafés que se piden en Málaga,

José Prado, fundador del Café Central, en 2004, con el famoso azulejo de los cafés que se piden en Málaga, / CARLOS CRIADO

Y entre las fuentes, en los libros sacramentales de los siglos XVIII y XIX, por ejemplo, se detallan las formas en las que morían los malagueños. Como señala Alberto Palomo, el cien por cien fallecía «de una decena mal contada de enfermedades»: los niños pequeños, por culpa de la «dentición», los ancianos «a causa de sus días» y luego estaban enfermedades como catarros, perlesías, los cólicos misereres... e incluso se podía morir por culpa de«un insulto», que no hacía referencia a una palabra malsonante sino a enfermedades pulmonares, digestivas o fiebres.

Para el encuentro con La Opinión el escritor posa junto a una fastuosa maquinaria de relojería, emplazada en la Catedral. Es una de las protagonistas de esta obra, pues la realizó para el Templo Mayor de Málaga en 1856 y en su taller de Londres el maestro relojero José Rodríguez Losada, el mismo que construyó el reloj de la Puerta del Sol de Madrid, tan presente cada Nochevieja. 

Bóvedas de la Catedral de Málaga

La torre norte de la Catedral se finalizó el 3 de agosto de 1779. / La Opinión

Y sin abandonar la Catedral, esta obra divulgativa también repasa muchas curiosidades del Templo Mayor y se detiene en las personas que vivieron en su torre norte, la única completa y que además se finalizó un 3 de agosto de 1779. De hecho, se conserva un borrador que enviaron al deán de la época en el que se precisa que la última piedra se puso ese día «entre nueve y diez de la mañana»

Alberto Palomo, que con la editorial Almuzara ha publicado un tercer libro sobre el Cautivo, ya tiene en mente una cuarta obra. 

Portada de la obra.

Portada de la obra. / La Opinión

Por cierto que, durante la redacción de este trabajo lleno de pinceladas de historia malagueña, el investigador siempre estuvo acompañado por su perra Ivi, que murió el año pasado. Y como una de las preferencias de su mascota eran los papeles que se caían al suelo y que se comía con pasión, el libro está dedicado «a ‘Ivi’, a quien, como a mí, tanto le gustaban los papeles».  

Lo que no aparece en los libros de Historia de Málaga, recogido en un libro lleno de mil y una anécdotas. 

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