Entrevista | Amanda Gutiérrez Directora del Centro de Atención a Personas Sin Hogar de Marbella

«Ojalá no hubiera personas en la calle y el centro no existiera»

En septiembre se convirtió en la responsable de un equipamiento que gestiona Cruz Roja desde febrero de 2018 para asistir a los vecinos que viven en situación de calle. Sólo en el primer año de servicio, el Centro logró la reinserción social de 18 usuarios. Quisiera que el local fuera «una realidad pasada» por falta de actividad. Hasta que ese momento llegue, anima a los vecinos vulnerables a que recurran «sin vergüenza» a los servicios sociales

Amanda Gutiérrez, en su despacho en el Centro de Atención a las Personas Sin Hogar. | L. O.

Amanda Gutiérrez, en su despacho en el Centro de Atención a las Personas Sin Hogar. | L. O. / marcel vidal. marbella

Marcel Vidal

Tras formar parte, como educadora social, del equipo de Cruz Roja que puso en marcha en 2018 el Centro de Inclusión Social de Marbella, Amanda Gutiérrez asumió en septiembre la dirección. Afronta como máxima responsable del equipamiento un inicio de año en el que a las secuelas económicas y sociales de la crisis iniciada en 2020 a causa del Covid se suma el repunte de contagios del virus en las últimas semanas.

¿Qué le decidió a asumir el cargo de directora en unos momentos de crisis social?

El compromiso. Lo primero siempre es el compromiso con la acción social y el cambio. Entendí que, después de ejercer un recorrido de tres años y medio como educadora social, era mi deber afrontar la dirección de un proyecto tan ambicioso y a la vez bello y esperanzador.

¿Qué ha aprendido durante su etapa de educadora social que pueda poner en práctica desde su cargo de directora?

La afectividad como centro de la intervención. Las personas sin hogar suelen tener vidas muy rotas, desesperanzas ya interiorizadas y vínculos afectivos casi inexistentes. Que acudan a nuestros centros y sientan que los queremos, apoyamos, impulsamos, hacemos reír es crucial para que puedan tener ganas de salir de la precariedad y la falta de esperanza. Como directora, me gusta estar en los espacios de convivencia. Tengo la puerta del despacho normalmente abierta. Quiero generar simbólicamente una familiaridad para ayudar a los demás.

¿En qué situación se encuentra el Centro de Inclusión Social de Marbella?

Estamos atendiendo a unas 25 a 30 personas usuarias en Marbella y de 15 a 20 en San Pedro. La Unidad de Acercamiento atiende a otras diez personas que no acuden a los centros por falta de movilidad o lejanía. Marbella es un municipio muy grande y hay personas en Elviria o Las Chapas. El equipo se compone de una trabajadora social, una psicóloga y mediadora social, cuatro integradores sociales en Marbella, dos en San Pedro, uno en la Unidad de Acercamiento y un conductor.  Nuestra financiación procede de la Delegación de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Marbella. Contamos con un presupuesto anual de 443.700€. 

¿Y cuáles son las principales necesidades del centro?

Poder tener un recurso adherido que contemple la pernoctación, ya que los planes de intervención se complican cuando no podemos acceder a un lugar para dormir. La persona se suele desmotivar cuando pasa las noches en la calle.

¿Cuáles son sus dos o tres proyectos más destacados para el centro de Marbella?

El primer gran reto es volver a conseguir que nuestros centros sean lugares de encuentro y convivencia, después de un tiempo manteniendo medidas sanitarias en las que las personas no podían acceder y permanecer en los centros. Les entregábamos la comida, se duchaban por turnos, pero no podían hacer uso del salón y espacios comunes. Lo estamos consiguiendo, ya que hace un par de semanas que abrimos con normalidad, cumpliendo las medidas estrictamente, y ya se nota que las personas usuarias están más felices. Tenemos una intervención basada en el arte como herramienta de transformación social, considerando al mismo como un vehículo de trabajo emocional. Me encantaría hacer de este centro una realidad pasada. Que no existiera porque no hubiese nadie en la calle.

¿Cómo se ha notado el impacto de la crisis social y económica del Covid en el centro?

Debido a esta crisis sanitaria del coronavirus, hemos tenido unas medidas muy estrictas que han alejado a las personas sin hogar de la convivencia. La soledad ha impregnado sus vidas. Las personas sin hogar se han quedado más aisladas de lo que estaban. Queremos romper con eso, volver a ofrecer estos centros como lugares en los que encontrar un consejo, un abrazo, aunque sea figurado, y un empuje. También les transmitimos cuando creemos que toman malas decisiones, siempre desde el manejo de los modelos de intervención.

¿Han cambiado las necesidades a raíz de la crisis?

Cuando surgió el primer confinamiento, llegamos a atender a 100 personas diarias. Eran familias en situación de trabajo irregular o personas extranjeras con problemas para volver a sus países. Ahora nuestra intervención es más o menos habitual a las personas que veníamos atendiendo, pero más precarizada y en peores circunstancias. Se agrava la situación de vulnerabilidad. Atendemos a muchas personas con situaciones de urgencia, desahucios, por ejemplo. Hace un mes una madre se quedó en la calle con cuatro hijos a las cinco de la tarde por un desahucio y les costeamos una habitación del albergue Inturjoven.

¿Qué mensaje daría a las personas afectadas por la crisis?

Que aquí estamos. Que no les dé vergüenza. Las personas acuden a los recursos sociales con vergüenza. Yo siempre les digo que vergüenza sería hacer daño con alevosía, deliberadamente, y ser mala persona. Necesitar ayuda es más que normal en el tipo de estructura en la que vivimos. Las personas profesionales del sector humanista y social estamos para ayudar, sacar lo mejor de la persona y ofrecer la ayuda asistencial que se requiera.

¿Cómo está funcionando el centro de San Pedro?

Se trata de un centro de Atención Inmediata vinculado a Marbella. Derivamos a todas las personas al centro de Marbella para que puedan profundizar en su itinerario. Pero el gran reto ahora mismo es volver a abrir con normalidad, lo cual estamos llevando a cabo y funciona muy bien.

¿Con qué historia se quedaría tras los meses que lleva desarrollando su labor en el Centro Social?

Con la de una usuaria que murió días después de regalarme un calendario chino hermoso que todavía conservo en mi despacho. Es de 2020, pero no importa. Otras personas usuarias y personal de Cruz Roja éramos las únicas en su entierro. O la de una mujer de 70 años en situación de calle con problemas circulatorios, lo que le impide caminar bien. Venía malhumorada y comenzamos a tratarla con mucho cariño, risas y cercanía. Todos los días le decíamos: «la más guapa de Marbella». Día a día se fue ablandando hasta reírse al vernos. Conseguimos que entendiera que volver a su país iba a ser lo mejor para su salud, junto a su familia. La echaremos de menos. No me puedo quedar con una única historia. Estar en este centro es un crecimiento emotivo diario.