Opinión | Viento fresco

La muerte miserable

Ejercicio de riesgo (saludable) leer el último poemario de García Montero

Sale a la venta la novela póstuma de Almudena Grandes 'Todo va a mejorar'

Sale a la venta la novela póstuma de Almudena Grandes 'Todo va a mejorar' / José Luis Roca

Almudena Grandes dejó una novela inconclusa. La ha terminado su marido, Luis García Montero. No concibo un acto mayor de amor que acabarle a alguien una novela. Bueno sí: escribir un libro como ‘Un año y tres meses’ (Tusquets). No se sale indemne de él. Conmueve, rasga el ánimo, nos da a ver un amor en carne viva, una pasión, una enfermedad, una cotidianeidad envenenada de quimioterapia y trufada de amor. No es un libro sobre la vida ni sobre la muerte y sí sobre lo que se siente a dúo. Es un cuaderno para navegar en la desolación. Mesillas de noche que se pueblan de fármacos, idas y venidas al hospital, días de tregua, jornadas de sufrimiento, la felicidad que se abre paso también cuando algo (en este caso la enfermedad) se vive con tamaña intensidad cómplice.

La poesía es una forma de orientarse en la vida, dice García Montero, que reclama el tener «la resistencia de la esperanza».

La novela de Almudena Grandes se llama ‘Todo va a mejorar’ y es una distopía. Ambientada en 2040, pululan virus, seguramente, y el país es gobernado por un empresario. El partido dominante se llama ‘Movimiento Soluciones Ya’ y ella, Almudena Grandes, le da voz a un coro de gentes que enarbolan, sí, la resistencia. Como García Montero.

«Yo daba por supuesto que la muerte no iba a ser una duda metafísica, pero desconocía hasta que punto daña como animal doméstico», nos dice Montero en ‘Un año y tres meses’, donde también anota, en el poema Amor de siempre, que: «Supongo que este modo de sentirse definitivamente hundido es una forma mía de estar enamorado/ para empezar de nuevo/ una vida distinta/ con el amor de siempre».

Leeremos a Grandes y a Montero, uno y otro, voz fundida, entreverada del sufrimiento y la alegría que juntos han pasado. Para celebrar la vida. A fin de cuentas, la muerte puede a veces avergonzarse de nosotros. Pero somos nosotros los que llevamos la razón: «La muerte es miserable. Miserable, miserable».

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