Opinión | La señal

La charca

Como decía Michel Desmurget en 2020, las pantallas y el uso de dispositivos digitales nos están haciendo idiotas. El neurocientífico, y director del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Francia, encendió la luz roja con ‘La fábrica de cretinos digitales’, y es que un adolescente occidental está delante de la pantalla unos treinta cursos escolares. Pero no es de buen rollito decir estas cosas en público, así que solo lo susurro.

Es como lo de Feijóo, al que siempre llamo Rajoy, porque me equivoco y porque los dos son gallegos. Mira que las elecciones catalanas son el 12 de mayo, pues todavía se está pensando si señala con su dedazo -porque son sus maneras- a Alejandro Fernández, aunque sea el que más apoyos tiene allí entre los suyos. Y es que Alberto lo ve demasiado beligerante con los golpistas; además, Fernández no es nacionalista, a diferencia del genovés. Y eso que el PP ya es insignificante en Cataluña, una fuerza marginal, vamos. Entonces, pienso en The Americans, la famosa serie sobre los espías ilegales rusos en los USA. ¿Quién es, realmente, Rajoy, digo Feijóo?, me pregunto.

Otro enigma es Juanma Moreno. Se va a ver a Jorge Mario para que llueva, solo espero que no sea fuego (Salmos 105:32, «les dio granizo por lluvia, y llamas de fuego en su tierra»). Y para hablar de cambio climático e inmigración, que el hombre de Yolanda en Ciudad del Vaticano es un gran experto en estas materias. ¡Ay, Juanma!, por ahí andan diciendo que no ha cambiado nada importante en esta tierra, por ejemplo, las listas de espera médicas, y este es uno de los asuntos importantes en la vida.

Todo esto lo pienso mientras guardo cola para pagar en Zara, y cuando llega mi turno me pregunta la señorita si quiero el ticket electrónico, a cambio de mi correo, y naturalmente le digo que no; «es que el ticket en papel va a desaparecer». Lo que lees. Otro manotazo de la 20-30. Y lo que te rondaré, morena. Como el totalitarismo del menú degustación. Porque ya hay restaurantes que no tienen carta, menú degustación sí o sí, lo que resuelvo no yendo. Al propietario, y/o chef, les viene de perlas, ahorran costes por la reducción de compras y la libertad del cliente que se vaya a hacer puñetas. Pero, en realidad, dónde hay que ir es a la taberna Garibaldi, pero no hacerle un simpa, porfa, que eso está muy mal, salvo que lo hagan los compis del empresario Pablo con otros hosteleros, claro.

Y es que necesitamos comer bien para debatir la reforma del reglamento del Congreso con lenguaje inclusivo, aunque vaya contra la RAE, que de la lengua no sabe un rábano, sino la Armengol, perita en copas -Hat Bar- durante el confinamiento, que para eso era la presidenta balear, que todo hay que decirlo. Bueno, pues la votación del blanqueo políticamente correcto del ordenamiento fue ajustadita, sí, 174 a 169. Por cierto, a ver cuándo sus señorías se dignan ilegalizar el petaqueo -suministro de combustible a las narcolanchas-, lo digo por facilitarle un poquito las cosas a la Guardia Civil, que no está bien que el valiente viva hasta que el cobarde quiera. Por cierto, que el alcalde de Barbate dice que solo el cuatro por ciento de la población de su municipio vive del hachís -censo de 23.000 habitantes-, la verdad es que no me lo imagino diciendo un porcentaje mayor, el hombre quiere llegar a viejo, y lo entiendo.

En Málaga, somos más modernos y tenemos un perro policía robot, así que ya está solucionado el problema de los patinetes. Y es que ir de la mano de la tecnología es que esta te lleve, a dónde no lo sé, pero esa es otra cuestión que dejo para después de que me lea las tres líneas que el Gobierno le ha dedicado en el Congreso al tren del litoral malagueño, que no mucho más merecemos, y no sigo no vaya a ser que alguien filtre por ahí mis datos fiscales, aunque sea del Consejo y uno no sea importante en la charca nacional. Ojo, Luis de Góngora dejó dicho:

¡Oh celo, del favor verdugo eterno!,

vuélvete al lugar triste donde estabas,

o al reino (si allá cabes) del espanto;

mas no cabrás allá, que pues ha tanto

que comes de ti mesmo y no te acabas,

mayor debes de ser que el mismo infierno.