Opinión | TRIBUNA

La regeneración del periodismo

Se ha abierto el debate sobre la necesaria e imprescindible regeneración democrática si queremos tener una sociedad civil fuerte y dotada de ideas sólidas y progresistas para reducir el impacto negativo de las ideas ultras que amenazan a Europa. España no está exenta y si bien se vienen levantando voces que evidencian de los peligros que la aquejan, sobre todo al poner en discusión ideas básicas sobre las que se sustenta la democracia, conviene abrir una reflexión profunda sobre los males antidemocráticos que se intuyen en un horizonte demasiado tormentoso; más bien un tsunami donde los bulos, el insulto y la provocación se han instalado como segunda piel. Hay un debate abierto y será conveniente y necesario concretar el plan de regeneración democrática del que habló el presidente Pedro Sánchez y no pocos analistas de reconocido prestigio.

De lo que nadie o casi nadie duda es la imperiosa necesidad de impulsar un proyecto político que cofiguren una sociedad más justa, más libre, más solidaria y, sobre todo, más cercana a los ciudadanos, necesitados como estamos de mayor transparencia, recuperar la confianza en instituciones, en los partidos políticos, en los medios informativos y en quienes tienen responsabilidades en aquellas organizaciones básicas en la sociedad civil.

Nadie ha dicho que vaya a ser tarea fácil sobre todo porque hay tres asuntos capitales de dificil gestión: Primero, la crispación política, con ejemplos manifiestos y muy cercanos, sin necesidad de rajarnos las vestiduras con actores tan lejanos y cómicos, motosierra incluida, que maneja con enorme propiedad el presidente argentino, Javier Milei; en segundo lugar, la politización de la justicia con togas bordadas por puñetas o velillos como razón de su poder y, en tercer lugar, la esclavitud de la desinformación. Seamos más claros. La crispación es territorio abonado por la derecha y la ultraderecha por considerar que es donde pueden echar las redes en las urnas para captar votos, y eso no tiene visos de que vaya a cambiar, sino todo lo contario. El segundo paso de regeneración se intuye aún menos viable: la justicia, dominada por el sector conservador, no está por la labor de introducir cambios que le hagan aceptar la urgente necesidad de efectuarlos que son aquellos que impide el Partido Popular desde hace más de cinco años y por sus acreditados voceros. Verlos a las puertas de las Audiencias, tocados de birretes y togas, acompañados de políticos que tuvieron credibilidad tiempos ha, fue espectáculo provocativo que buscaba tocar la línea de flotación del presidente Sánchez. Así les va, con menor credibilidad cada día.

Hay, sin embargo, un tercer aspecto que sí parece haber entrado en ebullición y proclive a abrir un debate que lleve a la imperiosa necesidad de frenar bulos, noticias falsas e insultos, terreno abonado que acreditan algunos pseudomedios que no buscan otra cosa que dinamitar la democracia, cargarse el gobierno progresista, acentuar el odio al presidente Sánchez y volver a tiempos que algunos, ilusos nosotros, creíamos periclitados. No es fácil iniciar este camino de cercenar de raiz el descrédito del periodismo pero algo habrá que hacer y si me lo permiten, por aquello de la profesión que uno viene ejeciendo desde hace más de medio siglo, vayan algunos apuntes o ideas, posiblemente válidas.

Como es lógico soy acérrimo defensor de la libertad de expresión pero enseguida me viene una aseveración del sociólogo, nunca bien ponderado, el andaluz Emilio Lledó cuando se preguntaba “¿De qué me sirve la libertad de expresión si solo digo imbecilidades?” O como tiene recogido el periodista Jesús Maraña, de que nos vale esta libertad si no somos capaces de distinguirla de la “basura informativa”. Se impone luchar y profundizar en el debate de este periodismo (sic) basura para eliminarlo, único camino que tenemos para fortalecer la democracia. Se tiene dicho hasta la saciedad que no hay democracia sin periodismo o, mejor como recoge la Asociación de la Prensa de Málaga: «Sin periodistas no hay periodismo. Sin periodismo no hay democracia». Pues eso. Y Quizás por ello cada día se alzan cualificados y acreditados profesionales del periodismo proponiendo soluciones para «regenerar» el periodismo.

Apunto algunas: A) Diferenciar lo que es periodismo de la basura y la desinformación, labor de obligado cumplimiento por una sociedad que pretenda ser libre, sin ataduras que la retrotraiga al pasado donde militan no pocos comunicadores, tertulianos y provocadores del insulto; son legión y crecen día a día, sin complejo alguno. B) Sabiendo que en Derecho se lucha contra la calumnia y la difamación, preciso es crear un órgano independiente, con autoridad moral y profesional que sancione social y económicamente a medios y periodistas que hacen del bulo y las noticias falsas su razón de ser. C) Transparencia para saber quien o quienes configuran el staff económico y profesional de los medios, en especial los digitales. D) Conocer y saber qué recursos públicos se destinan a estos medios como mejor forma de acreditar el porqué de su línea editorial y de la permanente fabulación de noticias y E) Que los medios de adscripción pública, que pagamos todos lo españoles, sirvan de contrapeso a quienes buscan en el fango su razón ser, capaces de desmontar la enciclopedia del bulo en la que se han instalado algunos pseudomedios informativos y denunciar, con nombres y apellidos, a quienes nada más levantarse cada mañana ejercen de provocadores y mantenedores de la falacia y la provocación, con la permanencia en la desinformación que impulsan, sin pudor alguno, potencian la crispación política y enfangan nuestra convivencia social, política y hasta personal porque en ello les va la subsistencia.

Posiblemente sea mucho pedir, pero por algo se debe empezar.