Entrevista | Marina Romero Psiquiatra infantil

«El TDAH es un trastorno que interfiere en todos los ámbitos del desarrollo de un menor»

La experta alerta de que los prejuicios que rodean al Trastorno del Déficit de Atención e Hiperactividad tienen un gran impacto negativo tanto en los niños como en sus padres

La psiquiatra Marina Romera, en la Unidad de Salud Mental Comunitaria Málaga Centro-

La psiquiatra Marina Romera, en la Unidad de Salud Mental Comunitaria Málaga Centro- / Álex Zea

Arancha Tejero

Arancha Tejero

Esta semana Málaga se ha convertido en el epicentro nacional de la psiquiatría infanto-juvenil al acoger el 67 Congreso de la Asociación Española de Psiquiatría del Niño y Adolescente (AEPNYA), que ha reunido a más de 350 profesionales de toda España para debatir sobre cómo mejorar la transición a la vida adulta de los jóvenes con trastornos o problemas de salud mental. «Invertir en la infancia y en la transición en la vida adulta va a reducir costes a largo plazo en salud mental», asegura la psiquiatra infantil Marina Romero González, vicepresidenta del comité científico y organizador del congreso. La doctora Romero, especialista en trastornos del neurodesarrollo como el Trastorno del Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), ejerce en el Hospital Regional de Málaga y es coordinadora de la Unidad de Salud Mental Infantil y Neurodesarrollo del Hospital Vithas Málaga.

¿En qué consiste exactamente el TDAH?

Es uno de los trastornos más frecuentes que vemos en psiquiatría infantil. Se trata de un trastorno del neurodesarrollo, que presenta determinadas áreas del cerebro, sobre todo las relacionadas con las funciones ejecutivas, que están en el área prefrontal, que no están suficientemente desarrolladas.

¿Cuáles son sus síntomas o cómo podemos reconocerlo?

Son niños en los que las funciones ejecutivas están alteradas, es decir, no son capaces de regularse emocionalmente, les cuesta mucho planificarse u organizarse, y que, como tienen esa inquietud psicomotriz, les cuesta mucho atender y concentrarse en una actividad determinada. Por lo tanto, evitan todo tipo de actividad que requiera un esfuerzo mental sostenido. Y esto tiene un impacto a nivel académico. En primer lugar, porque no son capaces muchas veces de llevar acorde el curso escolar que les corresponde, a pesar de que son niños que intelectualmente no tienen ningún problema. Luego, interfiere también en la ejecución de actividades del día a día, pues son niños a los que los padres tienen que estar constantemente repitiéndoles lo que tienen que hacer, por lo que hay también un impacto en la dinámica familiar. Al final son niños muy criticados, porque se está muy encima de ellos. Y luego también, a nivel social, a lo mejor son niños que no son capaces de respetar tanto las normal por ese nerviosismo que tienen. Es un trastorno que impacta y que interfiere en todos los ámbitos del desarrollo de un menor.

¿Cree que existe un estigma o prejuicio en torno al TDAH?

Totalmente, hay mucho prejuicio. Y para mí lo más doloroso es la carga que tienen estos padres. No hay consulta en la que una madre no se me eche a llorar cuando le digo que lo está haciendo bien y que no es su culpa ni su responsabilidad que el niño tenga este trastorno de neurodesarrollo en el que hay un factor de genética de más del 70%. Ahora, ya sabiendo que tiene un trastorno, sí es responsabilidad de los padres reorientar a este menor con apoyos psicopedagógicos y facilitarle el ambiente para que estos niños se puedan estructurar mejor.

¿Entonces el TDAH es un trastorno que afecta tanto al niño como a sus padres?

Por supuesto, y, sobre todo, por el sentimiento de culpa que se les genera porque reciben muchos feedbacks negativos de todos los ambientes de «qué mal lo estáis haciendo», cuando no es así.

¿Y a los niños cómo les afectan esas etiquetas de «vagos» o «revoltosos»? ¿Pueden desencadenarles otros tipos de problemas?

Sí, porque al final reciben muchas críticas de diferentes ambientes. Que si es un niño revoltoso, travieso, malo… Entonces, no es la etiqueta del TDAH lo que hace daño, sino las críticas que reciben de todos los ambientes. Cuando hago un diagnóstico de TDAH y se lo explico al menor, siempre les pregunto si hay niños en su clase que tengan gafas y si eso es bueno o malo. Y todos me dicen que da igual, que es neutro. Entonces les explico que igual que si un niño es miope y no lleva gafas no ve bien, no estudia bien o no puede jugar bien, pues esto es lo mismo. Que simplemente, en vez de tener un problema en la visión, lo tiene a nivel cerebral y necesitamos ayudarle, a veces con tratamientos farmacológicos, a veces con una reestructuración ambiental o con apoyo psicopedagógico y psicológico que les ayuden a ponerles unas gafas en el cerebro para que «vean mejor», se concentren mejor y sean capaces de regularse más a nivel emocional. Entonces la mayoría lo entienden y se relajan en el sentido de que se dan cuenta de que no son «un niño malo», sino que simplemente tienen una miopía en el cerebro y necesitan esa ayuda.

¿Cuál es la prevalencia de este trastorno en Málaga?

En Málaga hace tiempo que no lo reviso, pero en a nivel europeo, aproximadamente, un 5%.

La psiquiatra Marina Romera en la Unidad de Salud Mental Comunitaria Málaga Centro.

La psiquiatra Marina Romera en la Unidad de Salud Mental Comunitaria Málaga Centro. / Álex Zea

¿Y han observado un aumento de la incidencia del TDAH en niños en los últimos años?

Más que un aumento en los últimos años, yo llevo 15 años como psiquiatra infantil, sí he visto que ahora los colegios están más concienciados, se están involucrando más y están siendo más conscientes de que no es un niño revoltoso, sino que es un niño que necesita ayuda porque tiene un TDAH. Por lo tanto, veo cada vez más colaboración e implicación por parte de los profesores. Aun así, aún queda mucho camino por hacer. Porque el niño que simplemente es inatento y se porta bien en clase, ese pasa desapercibido y no se detecta. Simplemente se le califica como «un niño no que no da más de sí» o que es «muy torpecillo», pero como no da problemas de conducta porque no tiene esa hiperactividad no se activa el protocolo. Ese yo creo que es el subtipo al que más tenemos que estar atentos porque pasan un poco más desapercibido y, sin embargo, es un subtipo que si le pones un tratamiento a tiempo puede mejorar muchísimo.

¿Así que los profesores juegan un papel fundamental a la hora de detectar esas primeras señales de alarma?

Sí, fundamental. Son los que deben un poquito, junto con la familia, detectar lo que son síntomas de alarma. Ellos no tienen que diagnosticarlo, porque para eso estamos los profesionales que nos dedicamos a la infancia, pero sí por lo menos percibir que hay algo que no está funcionando. Ellos tienen que activar el protocolo, hacerles unas evaluaciones en el colegio y que luego sea derivado a salud mental para que podamos hacer un diagnóstico diferencial adecuado. Porque a lo mejor no es que tenga un TDAH, sino que tiene un poco de discapacidad intelectual o un trastorno de aprendizaje. Luego también juegan un papel fundamental a la hora de poner apoyo específico que, a veces, son simplemente unas pautas muy básicas, pero que le cambian la vida al niño muchas veces, como el permitirle un poquito más de movimiento, darle más recados o ponerlo en la primera línea.

¿Han detectado que hay un exceso de patologización o sobrediagnóstico?

Más que un sobrediagnóstico lo que veo es un mal diagnóstico. Porque, como te decía, hay niños que simplemente tienen un TDAH inatentos y pasan totalmente desapercibido. Pero luego hay niños que son más activos, como, por ejemplo, los niños con altas capacidades y no son TDAH. Entonces, a lo mejor en algunos subtipos hay más sobrediagnóstico, y en otros, hay infradiagnóstico. También hay niños que son inatentos, despistados, hiperactivos, pero lo que hay de base es un cuadro emocional, un proceso de trauma o que están a lo mejor sufriendo situaciones de bullying. Realmente no son niños con TDAH, pero lo expresan a través de una clínica similar. Entonces, yo diría más que un sobre o un infradiagnóstico, muchas veces hay un mal diagnóstico del TDAH.

¿Y cómo se trata el TDAH? ¿Se puede llegar a curar?

Se puede llegar a compensar. Si tratamos el TDAH desde la primera infancia, la posibilidad de compensarlo es mucho mayor y, por lo tanto, llegará un momento que podemos incluso dejar de tomar el tratamiento farmacológico para el TDAH porque ya hemos estado unos años, de alguna manera, estimulando ese cerebro. Y si también se le ha estructurado el ambiente, de manera que le facilite el día a día al menor y, por lo tanto, este ya adquiere sus propios recursos para compensar el TDAH. Entonces, para mí, si hay una compensación, no hay interferencia a nivel académico, en el hogar o a nivel social. Para mí, está curado. Deja de ser un TDAH, aunque tenga una base y un funcionamiento de TDAH y haya tenido ese problema de neurodesarrollo de base.

Hoy en día se sigue mirando con un poco de recelo a los psicofármacos, ¿cuál suele ser la reacción de los padres cuando se les dice que hay que medicar a su hijo?

Les cuesta mucho entenderlo porque hay también un estigma de que se está drogando a un menor y no es así. Es como si tu hijo fuera asmático y no le das inhaladores. Hay niños que nacen con unas determinadas condiciones y tenemos que tratarlo, para eso está la medicina. Igual que si lees el prospecto de un paracetamol te echas las manos a la cabeza, si lees el prospecto de los psicofármacos también. Lo que pasa es que nadie lee el prospecto del paracetamol y todo el mundo lee el de los psicofármacos. Entonces, claro que tiene efectos secundarios, pero son a corto plazo y muy leves. Existen estudios de que a largo plazo no hay efectos importantes. Al contrario, hay estudios que comparan en la adolescencia a niños con TDAH tratados y sin tratar, y en los segundos es mucho más frecuente el riesgo de accidente y desencadénate trágico, como es la muerte por accidente de coche cuando empiezan a conducir, porque lo que mejora mucho es la impulsividad y el despiste.

Normalmente se asocia el TDAH a la infancia, pero pueden sufrirlo también los adultos, ¿qué consecuencias puede tener un TDAH no diagnosticado?

Para mí es muy importante, sobre todo, el tema de la identidad. Cuando a un padre diagnostican a su hijo y se ve reflejado y te dice: «Si yo lo hubiera sabido antes, lo que hubiera cambiado la percepción de mí mismo». Porque ha vivido toda la vida pensando que era una persona desastre, un niño travieso y revoltoso, porque es el feedback que le habían dado y, sin embargo, ahora identifica que lo que tenía era un TDAH. Entonces tiene un impacto tan profundo como es en tu propia identidad, tu propia autoestima y la percepción que tienes de ti mismo.

Además del TDAH, ¿qué otros trastornos se encuentra frecuentemente en consulta?

Yo me encuentro también mucho trastorno de neurodesarrollo o trastorno del espectro autista porque estoy más especializada en ello. Pero también son muy frecuentes los trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Y también en psiquiatría la transición a la vida adulta es muy importante porque muchas veces debutan con un primer episodio psicótico, que es poco frecuente. La esquizofrenia es un 1% de la población, pero el debut muchas veces es en la adolescencia.

Y en el caso de los TCA, ¿sí que han notado que ha habido un aumento en los últimos años?

Más que un aumento en los últimos años, que cada vez son más jóvenes. Porque como, desde un punto de vista psicológico, la adolescencia empieza antes, pues también cada vez son más jóvenes los que presentan TCA, que está muy relacionado con la autoestima o la imagen corporal. Antes a los 12 años estabas jugando con la muñeca, y ahora con 12 años empiezan a preocuparse mucho por la imagen corporal.

La temática del congreso es la transición a la vida adulta de las personas con problemas de salud mental, ¿existen los recursos suficientes para ayudarles de la mejor manera en ese proceso?

Yo creo que no. Muchas veces hasta los 18 años, que los abordamos los psiquiatras infantiles, tienen un seguimiento mucho más estrecho, porque la agenda nos lo permite. Y ahora que van a los centros de salud de los adultos a lo mejor los pueden ver una vez cada 6 meses. Entonces existe ahí un gap importante en el que hay un empeoramiento de la clínica. Porque en la infancia estaban un poco más protegidos en todas las áreas, incluido el colegio donde tienen su estructura, y ahora, de repente, dejan de tenerla y dependen más de ellos mismos. Ahí la verdad que necesitamos más recursos. En Andalucía sobre todo, porque en Madrid y en Barcelona sí hay muchos más dispositivos que están dedicados específicamente a la transición a la vida adulta. Pero aquí no tenemos. Tenemos ciertos programas de acompañamiento, pero desde mi punto de vista son insuficientes.

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