Opinión | Málaga de un vistazo

Ángel

Llegó el momento, como del Alfa al Omega, del Big Bang al supuesto Big Crunch, todo tiene origen y fin, y quedará la energía que hayamos transmitido, junto con las ondas de nuestras conversaciones, perdidas en el espacio-tiempo. Quizás contribuyan al cambio climático las que deriven de nuestras agrias palabras de odio, desprecio, desamor… de los gritos de los torturados, abusados, violadas, asesinados… unas ondas tan desoladoras que derritan el hielo, evaporen el agua, disipen las nubes, erupcionen volcanes… hasta provocar el fin del mundo.

Depende de cada uno pasar por la vida como suave brisa o enfurecido vendaval. Debemos luchar por lo que pensemos sea mejor para uno y los demás, pero apostemos porque acontezca con educación, perspectiva, introspección, autocrítica y la imprescindible escucha, actualmente en declive, dirigida a lo que se nos recomienda mediante las aún adoctrinadas Inteligencias Artificiales o algoritmos, bien sólo para lo que nos gusta. Conversamos menos pero despotricamos más. ¿Dónde y cómo llegará la energía de las palabras escritas? No sé, ni el alcance de las mías, si darán para pensar, que es lo que me trajo aquí, pero la energía de mi grafía se agota y, según nuestro panorama político y social, me estoy enervando a categoría huracán y no quisiera contribuir con mis aires a mi hipotética teoría expuesta que reduciría nuestro maravilloso planeta a la nada.

No sé si tengo ‘ángel’, además del que reza en mi nombre y el ‘de la guarda’, pero si me leíste y cavilaste me habrás dado alas. Hoy las uso con gratitud para volar de esta estupenda casa de libertad de prensa, para concentrarme en mi silencio, en el discurso mudo de mi pensamiento.

Amen, lean, charlen, caminen, desconecten… que la buena energía fluya de nosotros.