Crónicas de la ciudad

La Farola, el BIC y los cantos de sirena

Uno de los monumentos más queridos de Málaga se convierte en Bien de Interés Cultural, pese a los cicateros reparos de todas las administraciones

Detalle de una de las ventanas de la Farola, la semana pasada.

Detalle de una de las ventanas de la Farola, la semana pasada. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Una de las historias fantasiosas más repetidas en los últimos años en Málaga es la que sostiene que, como el Puerto se ha ido ampliando con el tiempo y la Farola se ha ido alejando del morro de Levante, no hay otra solución que construir un nuevo faro que vuelva a ejercer de punta de lanza portuaria. 

Los propagadores de este relato marinero se olvidan de una minucia técnica sin importancia: Como recordaba en enero el profesor de la UMA Francisco Rodríguez Marín, uno de los promotores de la declaración de BIC de la Farola, en una conferencia en Ámbito Cultural, su haz de luz tiene un alcance nada menos que de 25 millas -unos 46,3 kilómetros-, distancia más que suficiente para que cualquier barco lo distinga con creces, pese a que el Dique de Levante se haya alargado 1,8 kilómetros, aproximadamente. 

Eso sí, hace tiempo que fuentes de Puertos del Estado confirmaron al firmante que, en caso de construirse el rascacielos de Catar, este inoportuno inmueble en el sitio equivocado sería un obstáculo insalvable para el haz de luz y entonces sí habría que jubilar la Farola y plantearse una nueva. O quién sabe, que el magno atentado paisajístico quedara coronado por una señal marítima, a modo de faro de la ‘ostentórea’ civilización que adora el vil metal. 

Cables sueltos en la Farola y un cristal roto, arriba, la semana pasada.

Cables flojos en la Farola y un cristal roto, arriba, la semana pasada. / A.V.

El profesor Rodríguez Marín, por cierto, recordaba que hay muchos faros en el mundo que hoy funcionan como hotel o museo sin que su sistema lumínico haya dejado de funcionar -de hecho, se convierte en su principal atracción-, así que tampoco parece veraz el relato ballenero de que si la Farola termina convertida en museo, ya no podrá iluminar más. A otros con ese cuento. 

Esta semana, como saben, se ha hecho efectiva la declaración como Bien de Interés Cultural de la Farola. Uno de los monumentos más queridos de Málaga, de 206 años, ha alcanzado esta protección pese a los cicateros reparos de una parte de la administración central (Puertos del Estado, Ministerio de Transportes) y a las cicateras alegaciones de la Junta y el Ayuntamiento, por si un excesivo ámbito de protección chafaba el polémico hotel rascacielos. Quien bien te quiere te hará llorar. 

La semana pasada esta sección constató que la Farola no está entre las prioridades de nadie: varias ventanas a medio abrir, cristales rotos y cables flojos. Ojalá que la protección BIC le devuelva la dignidad, sin apearla de sus funciones; de paso, que cada vez más malagueños hagan oídos sordos a los ‘cantos de sirena’ de los cargos públicos que quieren colarnos, como sea, un ‘misil hotelero’ contra la Bahía.

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